01 abril 2014

Para que entren cosas nuevas, hay que hacerles hueco

"¡Como te retumba el pecho!
Tranqui, es sólo mi maltrecho corazón
Que se encabrita cuando oye tu voz"





Hace tiempo, llegué a la conclusión de que, para dejar que entren cosas nuevas en tu vida, hay que abrir paso. Hay que eliminar todo lo que ya no nos sirve: las cookies de nuestro celebro, los historiales de internet, los cigarros que te fumas al día, los cansinos, los molestos, los dañinos, los zapatos rotos que nunca te pones, la camiseta tan fea que solo ocupa sitio en los cajones, el pantalón ese de campana tan hortera, los papeles que guardamos y nunca sabemos por qué...

Una de las frases más universales de la historia dice así: "Renovarse o morir" pero ¿Cómo es posible que el vaso se llene de agua si está lleno de mierda? Pues fácil... vaciando la porquería. Aunque no nos demos cuenta, llevamos una mochila encima de nuestros hombros. Cada vez vamos cargando más y más cosas.  Los "por si acaso" que no van a ocurrir. En la mayoría de los casos, se trata de cargas emocionales. De decepciones que nos hemos llevado a lo largo de la vida y que coleccionamos como si se tratase de una colección de sellos. Recuerdos dolorosos e inútiles, e incluso personas tóxicas, personas nocivas que no se preocupan ni siquiera por su propio bien, si no de su propio beneficio. 

No necesariamente se trata de cosas materiales, aunque también. El vivir en un lugar adecuado, con unas condiciones mínimas es indispensable. Sobre todo que el ambiente resulte para nosotros lo más agradable, limpio y positivo posible. Tan importante es tener un espacio propio y personal físico como mental. En ocasiones, se complementan a si mismos. 

Muchas veces, tenemos la casa llena de trastos viejos. Acumulamos cosas sin saber por qué y no las tiramos por pensar que algún día nos van a sacar de un apuro. Pero si nos paramos a pensar la utilidad que le hemos dado a eso en los últimos seis meses, entonces veremos si realmente está ocupando un lugar de forma útil o no lo está. Con los recuerdos pasa lo mismo. A veces un recuerdo está ligado a algo material. Cuesta mucho tomar la decisión de dedicar un día entero a sacar todas las cosas, una a una de nuestra habitación y plantearnos si realmente vale la pena guardar todo eso que tenemos en los cajones. Pero a veces, tirar a la basura ciertas cosas, nos desliga de ciertas emociones. Lo material, se refleja muchas veces en lo material. Es decir: Tenemos un regalo que nos hizo nuestro ex, o la entrada del cine de la primera película que fuimos a ver. Pero no somos capaces de tirarla ¡Qué recuerdos! Recuerdos que retroalimentan el daño que hemos llegado a sentir. Quizás ya no es el momento de tener eso ahí, quizás ese momento de tenerlo ya fue... Lo que importa es el día a día y no el mañana de ayer... El hecho de tirar esa entrada a la basura puede parecer un pego muy grande, pero en cierto modo estaremos librándonos de una de las cargas emocionales que llevamos en nuestra mochila. Y el hueco de esa entrada (bueno, en verdad es muy pequeño) pero quizás lo pueda llenar otra cosa más bonita.

Así ocurre con nuestra vida. Mientras estemos haciéndole caso a cosas negativas, no vamos a avanzar. Hay cosas que nos quita todas las energías y, sin embargo, no somos capaces de quitárnoslos de encima. Tomar la decisión es lo más complicado que podemos hacer antes de dar el primer paso. Pero después todo tiene su recompensa. Siempre es más fácil decirlo que hacerlo, obviamente. Pero es inigualable el placer que se siente cuando ves que lo has logrado.

 (Gracias a Irene y su fotografía... por ser tan pequeña y grande a la vez.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ainssss mae, ojalá fuese tan fácil... Cuanta razón, hay cosas que por más que queramos parece que nunca vamos a poder vaciar... Pero bueno. Lo malo al menos si es fácil, al menos para mí, soy de esas personas que siempre se quedan con lo bueno de las demás por eso mucha gente se confunde y se piensa que soy tonto jejejeje. Buen texto.
Jim

Pistacho dijo...

Tienes toda la razón. Hay que tirar cosas porque los objetos nos poseen al final. Terminas quitándole el polvo a trastos viejos de tu vida anterior, en lugar de trastear con tu vida actual y acabar echando un polvo, por decirlo de algún modo.
Hasta Nietzsche tiene un opúsculo sobre la necesidad de olvidar para poder aprender cosas nuevas, muy chulo.
Y es verdad que cuesta mucho desprenderse de las cosas, pero hay que hacerlo porque nos cosifican a nosotros.