01 mayo 2014

De cobardes no se escribió ninguna historia.

"Los malos momentos de hoy
las emociones salvajes
semáforo abierto y yo...
vuelvo a dejar que pases..."
(Penaltis, Leiva)


¡Que buenos son los detalles! A veces difíciles de mirar...
Pero a mi me hacen gracia porque me recuerdan a ti...
Cada risa con la letra "E", cada tono de todos los azules del universo,
O cuando llegaba de la calle en invierno, me mirabas cruzado de brazos y muy seriamente me decías:

- ¡Ea! ¡Ya te has traído el frío de la calle! ¡Ven aquí, chiquilla, ven!

Y me abrazabas.
La verdad es que creo que buscabas siempre cualquier excusa para abrazarme.
Y para hacerme reír.

Cuando llegaba cansada y recorrías mi cuello con esos dedos tan fríos. O cuando un lunes llegaste tremendamente indignado por haber puesto todo el fin de semana la foto de un hierbajo en whatsapp. ¿Por qué nunca me dijiste de vernos más? ¿Por qué te conformabas con verme en una pantalla?

Dicen que de cobardes no se escribió ninguna historia. También dicen que hay gente que pasa por tu vida para hacerte feliz y después se van. Y tu estás como la luz naranja de los semáforos... que no sabes si pararte o pasar. A veces pienso que es mejor cerrar los ojos, a veces quisiera detenerme y que el rojo durase una eternidad.

Me gustaba llegar y ponerte la mesa con patitas.
Que invadieras mi espacio vital con tus bolígrafos o me inundaras la mesa con ese síndrome de Diógenes y esa relación extraña que tienes con las virutas de la goma de borrar.
Me gustaba verte sostenido en las patas traseras de la silla, apoyando el brazo en la estantería.
Cuando tarareabas una canción y nos tirábamos una semana entera cantándola.
Cuando intentabas comerte la manzana de mi collar...
Cuando trabajábamos juntos por azar o propia decisión.
O hablábamos en lengua de signos.
O cuando aprendiste a bailar danza del vientre...
Y la colección de dibujos, notas y cartas que hice y decoraban la pared de tu cuarto... o el bolsillo de tu mochila.
Cuando susurrabas que te acabaría volviendo loco.

Eres esa clase de hombre al que no le faltan los detalles. Lo sé... porque apenas tienes carne encima de esos huesos... y sé que te da rabia que te lo diga... Tienes la mirada más cristalina que el agua de una playa paradisíaca. ¿Te acuerdas de aquel dibujo que hice una vez? Estabas bebiendo de un melón debajo de una palmera.

Pero no te voy a negar, que detesto esa manía tan tuya de hacer montañas de granos de arena. Sigo sin entenderlo... Aun me sigo preguntando qué globo se me escapó. Qué no entendí, qué no vi, qué no creí, que callé de más, qué hablé de menos... ¿Por qué, al final consentí portarme como una niña? ¿Qué es lo que se echó a perder? Efectivamente, nunca quedó nada claro. Volverás a decirme que las respuestas llegan cuando tienen que llegar, que es mejor no forzarlas...

Sí que es verdad, que pude agotar tu paciencia (infinita). Pero a mi me gusta pensar que me ahogo en un vaso de agua y tu sigues esperando. Porque tienes la esperanza de que algo pasará.... y porque he perdido tanto la mía, he tirado tantas veces la toalla, que es lo único que me queda...


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