16 enero 2016

Tengo antojo de ti.

Me he destrozado las muñecas
masturbándome
pensando en ti,
en tu bonita polla llena de alevosía.

Me he destrozado las piernas
haciéndome el amor
contra la pared
de pie
y de espaldas al mundo
que tu creaste.

Empapándome los labios
con tu lasciva
y tu mente prodigiosa.

Me he perdido en el deseo
de sentarme encima tuya
de saltarte, revolcarme
involucrarme
en el placer de ambos.

 Mordiéndome los dedos,
como si fueran tus entrañas.
ese entramado de neuronas
que habitan en el mundo
donde el morbo es el placebo
de los que no se atreven a querer.

Gruñí,
me corrí
caí al suelo
empapada
queriendo
sentir
de nuevo
tus dedos
incrustados
en mi alma.

Que no hablen de algodón los diarios
porque lo que quiero hacerte
no se trata de piruletas y purpurina
se trata de salvajes
de bravíos
de incansables
de gemidos

De escribir recuerdos indelebles
en nuestras vidas.
De esos que te hacen
masturbarte
como lo he hecho yo.

Ojalá
me hubieras
visto
correrme
de
esta manera.

Clamando tu nombre.
Ojalá nos hubiéramos sentido
en vez de lamentar
la distancia
que nos separa.

Y que lo sepas
que pienso en ti
a menudo
y mis manos recorren mi cuerpo
aunque no son las tuyas.

Mojada y exhausta
te quiero comer
quiero que la casa huela a sexo,
a lujuria,
a perversión.

Tengo antojo de ti.

En verdad, tengo tantas ganas de ti,
que ni contigo se me pasan.
No es una advertencia.
Sólo haz lo (in) debido.

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