23 marzo 2016

Yo quiero que emerjas conmigo.

Ahora que el mono puede con mi ansiedad...
trataré de ser sincera.

Ahora que el pecho me arde, que me suenan la tripas, que trato de controlarme... Ahora, si, ahora trataré de sincerarme. Pero antes debes saber, que es mejor no hacer preguntas cuya respuesta no quieres conocer. Si son así las cosas, no sigas leyendo. Pero si lo lees y descubres algo que te asombra, ya te lo advertí.

¿Qué quieres saber?

La relación con el sexo es mágica, divertida, es lujuria, pasión, es perversión.... es entrar en un mundo de poder, en un relato. Tener al alcance cuerpos, fantasías, imágenes que no están para cualquiera. Es saber, que hay quien tiene dinero por castigo. Quien tiene necesidad, facilidad o expectación. Que hay que moverse fríamente y dejarse llevar. Abrir bien todos, absolutamente todos los sentidos. Pero ¡joder! una vez que entras, que ya estás en la onda de ese círculo vicioso. Una vez que lo has probado es como ser adicto a cualquier sustancia. Y eso es como el olor a tabaco: puedes fumarte un cigarro por la mañana al aire libre, pero ya tienes el pestazo para todo el día. Y ese olor a sexo gusta, pero sólo cuando es una propiedad.

Ahí es cuando empieza la repulsión.

Cuando la gente sabe lo que haces lo que "te gusta" por los caminos donde te dejas llevar y perderte. Esa sombra de libertad desdentada que no se atreve ni siquiera a sonreír. Vicio, puro vicio. Eso es lo que ven. Dinero, tu cara en la pared. Tú a cuatro patas, el pelo suelto, la facción de un orgasmo, una polla abriéndote el coño por detrás... medias a medio muslo, tangas de cuero, tacones altos, barras de labios rojos. Gemidos, semen por todos lados. Pollas duras. Pollas muy muy duras...  Y hasta un solo de guitarra, seguro que hasta escuchan un solo de guitarra.

Vidas, con las que todo el mundo sueña de vez en cuando. Ilusiones ópticas. Fantasías a media realidad.

¿Y cual es la verdad?

La verdad es que nadie, absolutamente nadie puede entender, que la adicción lo único que tiene es pensar que al menos durante un par de horas. Tan sólo un par de horas. Alguien te roza sin miedo. Le apeteces. Se sumemerge en ti. Y el mundo se invierte, unos instantes en los que desaparece tu soledad. Placebo, puro placebo. Es no querer pensar, ni sentir que todos los putos días son iguales. Que todos, absolutamente todos los días suena el despertador con la misma canción y que ni un solo día tienes ganas de levantarte. Que tu vida no es lo que parece. Que has ido dejando atrás huecos... quizá, eso sí, para correr con menos lastre.

Sé que puedes pensar que soy fuerte, que me enfrento a los problemas sin equidad que tengo metas y sueños. Que lucho por ellos, que no me canso, que me muevo... Que tengo fuerza de voluntad. Ya no sé hasta que punto es cierto. Mira, Quizá lo que ves no es tan fácil. Quizá me he visto demasiadas veces en esa situación. Tan parecida a la mierda, tan oscura... tan falta de ilusión. ¿Y qué vas a hacer? ¡Dime! He aprendido, con el tiempo, que si algo duele es mejor sacarlo. (Porque no, nada es para siempre) Que es mejor una verdad a cien mentiras. Que es mejor intentarlo a dejarse tentar. Que el miedo no es más que la sombra de una piedra que está en el camino y que se puede saltar. Es sólo miedo. Y que a veces, hay días malos y días buenos. Y que realmente vale la pena quedarse con aquellos que están en tus malas. Porque seguramente habrá muchos más en las buenas. He aprendido muchas cosas. Y eso no quiere decir que tenga metas, sueños, que no tenga miedo. Porque lo tengo... y no sabes cuánto. Pero no me preocupa. Quizá porque hay cosas más importantes que la urgencia. Y si confío en ti es porque puedes. A no ser que me digas basta y entonces me voy. Tampoco me preguntes por qué lo hago. Simplemente algo me lo dice. Quizá no sea el momento para ciertas cosas pero ¿A caso quieres correr? Si tenemos todo el tiempo del mundo...

Yo quiero que emerjas conmigo.

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