04 mayo 2016

2000ppm

Hoy tengo el corazón a 2000 ppm, mi cuerpo, es una masa inerte de huesos y piel. Mi cabeza, un sinfín de voces que no callan. Mi alma, un reloj que pide tiempo y que está cargado de esperanza. Y no se por qué.

O tal vez si lo se.

Porque nadie, nadie absolutamente en este mundo se merece pasar lo que has pasado. Nadie se merece sentir lo que sientes, nadie se merece que le jodan la vida hasta reducirla a polvo. A ceniza, a nada. Yo mientras, aquí, a tantos kilómetros. Me aferro a ti, a la fe ciega de salvarte. Aun sabiendo que caigo contigo a una velocidad de vértigo y que las alas las tenemos atrancadas en un pasado que duele, nos desarma. A cada segundo trato de desatarte, de arrancarte cada clavo con uñas y dientes, de curarte las heridas. De ser, meramente, una compañía, un estímulo. De entregarte lo que no te han dado. De responderte con lo que cada día me das, aunque no lo puedas ver.

Antes, me dormía con el abrazo de la soledad. Es tan frío, tan amargo, tan doloroso... como si te coge un cacktus y te aprieta contra sí dentro de un congelador. Los peores miedos salen a la luz de la luna. Al igual que las grandes experiencias.

Quiero que sepas, que no eres dueño de este dolor. No tienes que sentirte culpable ni del mío ni de nadie. Sabía a lo que me enfrentaba y lo sé desde el principio. Mi único afán es verte sonreír, que hagas de ti tu mejor versión. Eres voluntad aunque tengas miedo. No me arrepiento ni un segundo de dejarme la piel y lo seguiré haciendo mientras mis piernas puedan andar un milímetro, aunque me tenga que arrastrar con la lengua, aunque me asalte la rabia, la resignación, la duda... Te quiero. Es la verdad. No se cómo, ni alcanzo a ver cuanto. Te quiero. Y es poco lo que puedo hacer, no sé si llega a suficiente. No sé cuanto podrémos conseguir (aparte de todo) No se nada, cariño, no se nada.

Sólo se que quiero que me abraces fuerte, que subiremos juntos, que veremos la luz. Que esto me está costando la vida, pero valdrá la pena. Que todo por ti vale la pena y las alegrías.

Y te pido perdón. Por hundirme también a ratos. Por estar como estoy, porque ahora no soy ni la mejor consejera, ni la mejor amiga, ni la mejor mujer del mundo. No lo soy. Pero por favor, no te culpes de algo que no es tuyo. Vamos a conseguirlo, piénsalo. Piensalo, porque es posible.

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