05 mayo 2015

Tu casa está... en cualquier parte


Nos mirábamos, a veces,
Entre trago y trago
de cebada.
Sintiendo en los labios
la densidad y la espuma
que empapaba la lengua
y dejaba amargas
las papilas gustativas.

Tan ansiado el principio
y tan peligroso el final
cuando desconoces
el punto exacto
donde decir basta.

Nosotros eramos
de los que no tienen
punto de partida.
Y no pueden terminar
porque no saben
si han llegado a empezar.

Ese justo momento
en el que la desesperación
es lo único
que se te echa a la cara.
Y no averiguas nada.

Y no pasa nada.

¿Cómo no esperarlo?
¿Cómo no rendirse?
¿Cómo no desearlo?
¿Cómo no desistir?

Nos miramos, nuevamente
dosificando la respiración.
De cerca, muy de cerca.
Sin perder detalle,
hipnotizándonos
con el aumento y detrimento
de nuestras pupilas.

Y se me escapó una sonrisa
y un "quejío" en el corazón.
-"Mamita, olvidó usted
 agarrar a la fiera"-

Luego estuvimos hablando
de cosas absurdas.
El tiempo, el trabajo, los coches
nosotros, el riesgo, las macetas,
las cruces, la feria, los patios,
los relojes -malditos relojes -
que colgaban de la pared.
Hasta que le dio
por formular una pregunta.

"¿Qué es lo que ganas?"
Salió el sudor
y el tiempo se detuvo
y se derritió, como en el cuadro de Dalí.
"¿Ganas? De salir corriendo"
- Respondí callada.

Me mordí el labio
y me besó.
El no quería escuchar respuesta
Y a mi no hubo nada
que me permitiera dar el primer paso.