¿Qué
es el perdón? Depende de a quién le preguntes, lo explicaría de
una manera distinta. Teniendo en cuenta que viene del término “Per
donare” Es
decir, liberar una deuda, podríamos
entender el perdón como una palabra asociada al olvido, a hacer que
no ha pasado nada. A no ejercer esa venganza hacia ese algo o alguien
que consideramos que nos hizo daño. Por ende, ya estamos ligando ese
significado a una sensación de libertad. Tratándose de una acción
de superioridad desde el EGO.
Hay
quien puede creer en la típica frase que dice “perdono
pero no olvido” Pero
eso no es perdonar, es juzgar. Pues la acción sigue haciendo mella
en nuestro inconsciente, seguimos aumentando la cólera y se acaba
manifestando en nuestra vida de una manera u otra. Perdonar, en éste
sentido, significa que hemos llegado a la comprensión de esas
personas o situaciones por las que nos sentimos agraviados. El primer
beneficiario, será uno mismo. Por tanto, no es un acto caritativo
hacia los demás, es un acto caritativo hacia uno mismo.
Se
dice que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Por
lo tanto, no existen cosas buenas o malas. Sino que, teniendo en
cuenta nuestro aprendizaje y experiencias, consideramos que algo está
bien o está mal. Si, bajo nuestro punto de vista, algo no está
bien, aparece el sentimiento de culpa y justo después el castigo.
Pero se nos olvida que existe la acción de superioridad más grande
desde el EGO: El perdón.
A
veces, hay que preguntarse ¿Hasta dónde voy a dejar que me alcance
el sufrimiento? Es necesario pararse a observar y comprender por qué
la otra persona actuó de esa manera. Observa cómo tratas a los
demás y qué recibes a cambio. Un ejemplo es el de aquella que se va
de nuestra vida sin dar explicaciones. Las razones pueden ser
múltiples pero, sin embargo, es un acto egoísta creer que se tiene
la obligación de permanecer a nuestro lado de forma perenne. Hay que
saber soltar. Es una manera de perdonarse y liberarse. De dejar de
sufrir a través del otro. De pensar lo que los demás te hacen. De
caer en el victimismo. Las personas no es que sean enemigas. Nada
ocurre por casualidad. Tal vez estuvo en un momento en el que debías
de aprender algo. Por lo tanto, hay que fijarse en los buenos
momentos, agradecer todo aquello y entender para qué estamos
viviendo esa situación.
¿De
qué nos sirve el “¡Con
todo lo que he hecho yo por ti!” o “Yo necesito que actúes
conmigo de ésta manera porque yo te he dado tanto”?
Se da sin esperar, pero es inútil pedir algo que no estás dando.
Quizá lo que haya fallado fuera el amor propio.
¿Cuál
es el aprendizaje que tenemos que conseguir aquí? Si viésemos a
través de sus experiencias, y comprendiéramos lo que está pasando,
nos daríamos cuenta que nuestra respuesta sería muy parecida a la
que ha tenido. Por eso es necesario aprender a perdonar, a soltar
tanto la cólera como a aquel por el que nos sentimos agraviados.
Entender que esa interacción ha ocurrido para que tu aprendas algo
en la vida.
Por
lo tanto, el perdón es el mayor acto de amor y libertad que existe
sobre la tierra. Quizá haya situaciones similares que se nos vuelvan
a repetir. Pero, para ello, ya habremos tomado nota y sabremos a la
perfección identificarlas y trascenderlas. Aceptar que nada ocurre
por casualidad y que todo trae consigo un aprendizaje. Que debemos
ejercer el derecho de perdonar en vez de nombrar la palabra de forma
banal. El perdón nos da la libertad de sentirnos en calma con
nosotros mismos y con aquello que nos rodea. No podemos vivir
constantemente enfadados con todo lo que nos pasa. Poniendo un muro
de ruinas delante creyendo que nada nos va a afectar cuando va a
derribarse tarde o temprano. Perdonar nos da alas, nos transforma.
Recuerda:
Ser valiente es atreverse, atreverse a perdonarse, a perdonar y a
amar.
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