Has pedido, para reyes el perfume aquel del que te hablé.
A ciegas.
Y ahora no paras de olerte el cuello.
¿Sabes de ese agujero por el que te gustaría mirar de vez en cuando?
Por una razón que aun desconozco desearía que fuese mi nariz.
Sentir el elixir mezclado con el aroma de tu cuerpo y respirarte.
Respirarte mientras en todas y cada una de mis células ocurren infinidad de reacciones químicas.
Algunas señalan el peligro.
Otras el deseo.
Cinco dedos apretando bien mis nalgas,
Mis piernas enroscadas en tu cintura.
Tus colmillos en el cuello.
Y algo más grueso en profundidad...
Y sé que también sueñas con que tus ojos se encuentren con los míos...
Alguna vez, aquellos ojos me desnudaron como nunca antes lo habían hecho.
Y esos labios, rozando mi clavícula despertaron escalofríos en agosto.
Y la conciencia puso un cerrojo a la ilusión.
Y arrojó hielo al deseo.
O lo dejó pausado por prevención, no sé.
¿Que pasaría si en un tropiezo tonto e imprevisto se encendiera el play?
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