18 mayo 2016

Ataraxia

He vuelto a dejarme las muñecas incrustadas en la entrepierna. Buscando el placer, buscando esa muerte que me hiciera sentir mejor, buscándo el éxtasis para bajar de nuevo a la calma. La ataraxia. Pero sólo se me acelera el corazón cogiendo la curva de los interrogantes. Que, efectivamente, no dependen de mi. Tan sólo esa parte, esa milésima parte que puedo contemplar y que se me resiste, mientras busco una palabra que me haga sentir mejor.

Mi madre ya empieza a preocuparse por mi, y eso no es bueno. Sólo es señal de que mi vida está desbordada. Tan desbordada que grita ayuda por los cuatro costados.

Debería tomar una determinación, en vez de tanta espera. O esperar, que cada cosa coja su cauce. No sé. ¿Qué es lo correcto? No sé lo que tengo que ver, pero es que ahora no veo nada.

Tengo los libros sobre la mesa y, sintiéndolo mucho, debo centrarme en mi. Renovar la poca energía que me queda, arrasar con el mundo y vivir, sin esperar, hasta que me llegue algún día la sorpresa. No estoy muy segura de lo que quiero hacer contigo. La paciencia no es mi mejor virtud. Quizá no sea el momento de buscarle respuestas a eso... ya le llegará su turno. Darle vueltas a la cabeza, pensando una cosa no me lleva más que a la desesperación y ahora, sólo busco la ataraxia.

Voy a mojarme los dedos y empezaré otra vez, a pasar páginas. Pero esta vez, no pienso dejar ni un sólo hueco en blanco. Porque pienso escribir hasta en los márgenes. Ya se me ocurrirá alguna cosa. Pero aquí parada no encontraré nada que valga la pena... Que lo único que sospechen es que he empezado a vivir. A vivir a mi manera.

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