La decisión perfecta
Hace algún tiempo, los silencios dejaron de preocupar. De pronto, en ellos aprendió a encontrar serenidad , un lugar seguro. Y es que, posiblemente, el mayor de nuestros miedos tiene que ver con mirar nuestro interior y descubrir que ese hedor tan grande provenía de que, en realidad, no somos tan buenos como creemos ser. Aunque, sinceramente, hay un miedo mayor: sentirnos vulnerables y que se haga evidente. Que exista el momento de hundirnos, ante el acusatorio público de nuestra mente y esa diminuta irrealidad que nos desarma. Ese miedo persistente al discurso cruel y depravado, el que nos hace creer que el verdadero temor es sentirnos arropados por nosotros mismos. Esa voz que no se calla. Y es que pensamos que el hecho de mostrarnos tal y como somos, es simplemente abrir la posibilidad de que otras personas nos humillen, escupan y nos tiren al vacío sin piedad. Es como si diésemos por hecho que dentro guardamos una bomba de relojería. Y lo cerramos...